Sentarse a escribir es un rito personal, un estado intelectual y emocional de excepción que se enlaza con un pasado reciente que ahora mismo me parece lejanísimo, imposible.
Cuando era un joven e inexperto aspirante a escritor, aprovechaba al máximo los momentos en los que no había nadie más que yo en el depa de mi familia, un huevito tristón de la Unidad Juan de Dios Bátiz (aunque ni éramos tantos, apenas cinco con un papá prácticamente ausente).
En esta soledad, yo tomaba aquellos enormes acetatos escarificados con surcos ondulantes, discos LP, y ponía a un volumen fuerte (lo que más aguantaba mi consola General Electric) mis músicas favoritas para inducirme diversos estados de ánimo creativo que las rolas y los modos de cada banda me edificaba de la cabeza (la conciencia/inconciencia) a los pies (el suelo, la carne), para llegar a eso que los ingenuos y los necios llaman inspiración.
No tenía muchos disco, así que poco a poco, cada uno de ellos adquirió la personalidad específica de lo que yo intentaba escribir en mi ultraligera máquina de escribir Lettera 24 (cómo la extraño, maldición eterna a quien me la robó).
Led Zeppelin IV, era acción y terror; Beacause de the Night de Patti Smith, era exaltación moral y zozobra; Tommy de The Who, bipolaridad… Yo dejaba la patita del tocadiscos levantada, lo que hacía que la aguja, una vez terminado el lado A o B del disco, regresara al principio del surco continuo y las canciones se repitieran una y otra y otra vez. No importaba el círculo obseso, la repetición ad aeternum, porque de pronto ya no escuchaba lo específico de la música, sino que ella era una compañía discreta, un aliento vital, aire, nutriente, extravío.
La música es una necesidad para mis letras, para mis frases, para mis oraciones, para mis cuentos, para mis novelas. Y lloro, e enchino del cuerpo, río en un río melodioso o chirriante.
Hoy ya no uso acetatos, ni espero a que se vacíe mi casa para aislarme. Vivo solo. Hoy me conecto a You Tube y busco conciertos en vivo, largos y densos en colores y estados emocionales, para encontrar el ánimo que busco. Tampoco uso máquinas con campanita y martilletes para escribir.
Ya no soy, irremediablemente, el mismo. Lo que sí, es que por mi formación de atasque temprano, es rock lo que oigo, aunque se cuelan por ahí, Bach y Mozart y un ukulele mágico. Así que no es por necesidad una canción, sino un grupo, un concepto completo, lo que uso de dama de compañía.
Mi lista de 10 canciones es una trampa, porque es una lista de los diez conciertos en vivo que más uso en estos días para concentrarme, animarme y volar con mis aventuras y reflexiones escritas. Sin duda alguna, no serán los mismos dentro de 5 años, y quizá ya no los oiga desde la computadora en la que escribo. Seré otro, otras las músicas, otro el mundo que, necio, se niega a colapsarse, gracias a la palabra y la música.
1) Mumford and Sons, iTunes Festival, 2012.
2) MGMT, Ancienne Belgique, 2013.
3) Muse, iTunes Festival, 2012.
4) Franz Ferdinand, Glastonbury Festival, 2009.
5) Peter Gabriel, Growing Up Live, Milán, 2003.
6) Jack White, iTunes Festival, Londres, 2012.
7) Arcade Fire, Reading Festival, Berkshire, 2010.
8) Sigur Ros, Heima, 2006.
9) Coldplay, Toronto, Live in Toronto, 2006.
10) Jack Shimaburuku, Musicians at Google, Grand Ukulele, 2012.
Armando Vega-Gil, nació en la ciudad de México en 1955, estudió Antropología Social en la ENAH y de acuerdo con su bio de Twitter se considera un “escritor, performero, cortometrajista, escalador de montañas nevadas y buzo de aguas saladas”, además de bajista y fundador de la banda de rock Botellita de Jerez. Vega-Gil estuvo nominado al premio Ariel el año pasado por su cortometraje animado “Como Perros y Gatos”, Además es guionista de cine y televisión. Ha publicado más de 20 libros, entre novelas, cuentos infantiles y poesías, de los que destacan Diario íntimo de un guacarróquer, Azahar y Agustín, pequeña novela de terror en verso, Una noche de catarro y pesadillas y Cuenta Regresiva y otras fábulas supernumerarias, por el que recibió el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí 2006. Actalmente regresó al escenario con su banda bajo el nombre de HH Botellita de Jerez.